La Mona Jacinta




Eran aun las seis de la tarde, cuando yo estaba ya lista dando vueltas por mi casa tratando de hacer tiempo para que las nueve llegaran lo mas pronto posible… Eran seis y cinco y estaba poniendo a calentar el agua para la segunda pava de mate que sola me había bajado. Miré el celular unas cinco o seis veces por micro segundo para chequear que la hora estaba bien configurada, y tomé tantos mates y fume tantos cigarrillos que mis dientes estaban de un tono amarillo verdoso a las ocho menos cuarto, y tenia la vejiga del tamaño de una piñata, pero no quería ir al baño por las dudas que llamara o viniera y yo justo estuviera en una situación comprometedora… Eran las ocho menos diez, y ya no daba mas de las ganas de hacer pis, así que corriendo con el teléfono inalámbrico en la mano izquierda y el celular en la derecha, después de haber dejado una nota en la puerta que decía “pase directamente”, me fui corriendo al baño y les puedo asegurar que fueron los dos minutos mas aliviantes de mi vida, al menos en ese momento lo fueron.
Llevábamos saliendo dos semanas, y yo ya estaba por declararle mi más sincero y profundo amor frente a Dios y Maria santísima. Me la pasaba de nube en nube cantando y pavoneándome, creyéndome la más grosa del mundo al haber encontrado a “ese candidato tan codiciado”. Aunque me llamara la atención que un chico tan lindo y codiciado no tuviera ya “dueña”, me llenaba de orgullo ser la que había cautivado su corazón. Era la persona mas divina que se había cruzado por mi camino hasta el momento, y después termine descubriendo que cada persona que conocí antes y después también lo había sido. Era más lindo y atento que mi anterior novio, el cual por supuesto antes lo había sido, y da la casualidad que también era más inteligente. Encandilada aun por Omar, seguía estupidizada corriendo de acá para allá, creyéndome el cuento de que era el amor de su vida y que íbamos a estar juntos para siempre, aun cuando el no me había dicho nada de todo lo que en mi cabeza se proyectaba como una película de amor donde la chica se queda con el príncipe, comen perdices y se revientan de golpe todas las flores de las plantas para que ellos gocen de sus pétalos cayendo sobre sus rostros. Eran nueve menos veinte, y yo ya tenia tan alisado el pelo que parecía Morticia de los locos Adams, solo que de tanto correr por la casa de acá para allá, no estaba blanca como ella, sino del color de un tomate cherry (no estaba tan colorada). Nueve menos diecinueve, que nervios! Nueve menos dieciséis, se me saltaron tres minutos porque me distraje viendo la tele… De repente suena el teléfono… Me acerco rápido pero respiro hondo antes de atender, cosa que no se note tanto mi ansiedad… Mientras respiraba por segunda vez, se me cruzo por la cabeza que era el diciéndome que no iba a poder venir porque se le había roto el auto y no me quería hacer caminar, o porque se había quebrado su hermana y lo había dejado cuidando a su sobrinito Manuel y no quería molestarme trayéndolo, y también se me cruzo por la cabeza, que me llamaba para cortar la relación porque recientemente había descubierto que se había enamorado de su mejor amigo y no me podía seguir mintiendo ni haciendo daño. Sonó por tercera vez el teléfono y atendí. No era él, era mi mamá diciéndome que pusiera el canal siete porque estaban pasando el barrio donde vivía yo, y simultáneamente, quería que me asomara a la ventana para ver si aparecía, porque estaban justo por mi cuadra. Estaba tan nerviosa a las nueve menos doce, que le hice caso y me asome. En la vereda de enfrente había un equipo técnico filmando un edificio que al parecer es tan viejo que llama mucho la atención de los turistas, y al lado del equipo, bah, a un par de metros, estaba Omar con la amiga de mi amiga Elena, esa flaquita linda de la que todos hablan, hablando muy, pero muy de cerca. Obviamente que ella era la que se estaba haciendo la sorda para que el se le acerque al oído, si el era tan bueno, impecablemente atento y de buen corazón que no podía llegar a hacerme eso ni en un millón de años luz, momento en el cual, por supuesto, íbamos a estar los dos totalmente descompuestos, a seis metros bajo tierra uno al lado del otro, porque cuando se muriera uno instantáneamente iba a morirse el otro. La zorra se le pegaba al oído como si quisiera sacarle la cera, que por supuesto él no tenia porque era perfecto y pulcro.
De pronto, me empezaron a dar ganitas de matarla… o al menos de romperle todos los dientes y hacerme un collar, y al parecer justo estaban los del equipo de canal siete filmando mi cara de “te mato” porque estaba pensando la mejor forma de deshacerme del cuerpo cuando sonó el teléfono, el cual por supuesto no quería atender porque no me quería perder como la zorra esa intentaba conquistarse a mi mas perfecto compañero. Finalmente atendí, capaz que era el pidiéndome que bajara a sacarle a esa pesada de encima, así que corrí al teléfono, atendiendo justo al tercer llamado. No era él, era mi mamá para decirme que me había visto asomada con cara de culo por canal siete, ¡el canal nacional! Y que justo en estos momentos estaban filmando a una parejita justo enfrente de casa muy enamorados. ¡Bufé de rabia! Y corrí hasta la ventana para ver si era mi Omar el que estaba muy enamorado con la zorra esa. Pero cuando me asome a la ventana, siendo ya las nueve menos tres minutos, Omar y la amiga de mi amiga Elena ya no estaban. Al único que vi fue al novio de la amiga de mi amiga Elena. “Estos dos se fueron juntos y nos están engañando como a un par de boludos” pensé, un chico tan lindo, y tan bueno, siendo engañado de esa manera por un pelotudo como Omar y una zorra como la amiga de mi amiga Elena, ¡no podía ser! Así que lo llame desde la ventana, le dije que subiera a mi departamento. Cuando ya estaba ahí, siendo las nueve menos un minuto, lo agarre del cuello de la camisa y le estampé un besotote en la boca. Estaba usando todo mi despecho y venganza, cuando aparecieron Omar y la amiga de mi amiga Elena. Venían con empanadas y una pizza de la rotisería de enfrente, un vino y unas papas fritas. Omar me miro con ganas de matar. La amiga de mi amiga Elena me miro con ganas de fulminar, y el novio de la amiga de mi amiga Elena me miro como juzgándome de loca. Trate de salir de esa situación tan incomoda y bochornosa, pero no pude. Me sentía como la rubia de la llamada dos, cuando trata de escaparse del espíritu de la niña trepando por dentro de ese pozo de agua, lo único que yo no podía encontrar la tapa para escapar tranquila, y con la manicura recién hecha se me dificultaba para poder trepar bien. Nueve y seis minutos, todavía nadie dijo nada, y estoy comiendo unas empanadas buenísimas como si fueran confites de anís (los cuales ni mastico porque los detesto). ¡No puedo mirar a nadie a la cara! Y todavía no se que es lo que estaban haciendo ellos dos en la vereda de enfrente solos.
Omar me sirve vino, y yo busco que me mire para darle lastima al menos, pero nada, sigue sirviendo vino al resto. Miro a la amiga de mi amiga Elena a ver si al menos se le da por tener ganas de sentir como se siente estar en mi lugar, pero nada, esta muy concentrada en sus aceitunas y anchoas como para siquiera mirarme. Miro al novio de la amiga de mi amiga Elena para ver como podemos hacer para zafar y salir hechos de la situación sin dañar a nadie, pero al encontrar su mirada me doy cuenta que no podía contar con él en esas circunstancias, dado que su mirada fulminante me decía que me iba a mandar al muere ni bien abriera la boca… Estaba entre la espada y la pared, y en un arranque de heroísmo quise empezar a hablar… “Omar” dije con voz muy firme, “necesito hablar con vos en la cocina y a solas”. Él asintió con la cabeza, se incorporo y camino sin decir una sola palabra hacia la cocina. Estaba tan nerviosa que me hacía la seria y a la vez víctima mejor que nunca. Llegamos a la cocina; Omar estaba sentado sobre la mesada jugando con las hojas de laurel, y olfateándolas de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha. Después de juntar coraje, estaba a punto de hablar cuando él se me acercó y me dijo al oído “la verdad que no pensaba que me ibas a ganar de mano de esa forma”. ¡No sabia que pensar! ¿Me estaba sacando en cara que yo le había sido infiel antes que el me fuera infiel a mi? ¿Como era la cosa? ¿Si él me metía los cuernos primero hubiese estado todo bien?
“¿Qué me estas queriendo decir con eso Omar?”
“Eso mismo”me dijo “que me ganaste de mano, ¿te acordás cuando nos conocimos?” ¡Y todavía me preguntaba! Estaba tan feliz esa noche volviendo del pub, y no era precisamente porque había habido un “happy hour” de Gancia batido, sino porque lo había conocido a… Él. Después de pensar en ese hermoso momento que tantas sensaciones me hizo vivir, le respondí que si, y lo que él dijo es algo que no me lo voy a olvidar en mi vida: “¿te acordás que habíamos hablado de eso de las relaciones libres?” detalle que por supuesto había tomado como un supuesto machismo de su parte y al que no le había prestado atención “bueno, entre otras cosas, eso de las relaciones libres incluye poder estar con otras personas, pero yo no quería serte infiel, así que invite a los chicos a que estuvieran junto a nosotros esta noche, no hace falta que tengamos sexo esta, nuestra primera noche juntos como cuarteto, pero podemos ir yendo despacio para que no te sientas invadida así de golpe”. Mi cara lo debe haber dicho todo, aunque no se si fue tanto mi cara como mi reacción y la palidez de mi rostro. Caí en la cuenta de que por algo el novio de la amiga de mi amiga Elena había accedido tan cordialmente a subir tan rápido a mi departamento. Caí en la cuenta de que por algo estaban hablando tan de cerca la amiga de mi amiga Elena con Omar, ¡estaban arreglando todo! Caí en la cuenta de varias cosas, pero con lo que mas caí fue con eso de que igual pasaron los tres a casa después del bochorno que me mandé, creyeron que yo no tenía ningún problema en hacer eso, por mi recibimiento hacia el novio de la amiga de mi amiga Elena, ¡Claro! ¡Ahora entendía todo! Y no es que tuviera problema, si se hubiera dado lo hubiese hecho, y hoy en día, con la soledad y falta de hombres que tengo en la vida no me hubiese venido nada mal, hasta la compañía de un perro me haría muy bien, pero en ese momento mi reacción no podía pasar de un berrinche estilo adolescente. Empecé prendiéndome un pucho y saliendo en silencio con cara de loca del departamento, teniendo como punto fijo la puerta. Me di vuelta lentamente al llegar y los miré a los tres mirándome, y las imágenes que se formaron en mi cabeza en esos momentos fueron la de perros en celo, ellos teniendo relaciones sexuales vestidos de marineros, y un ventilador de pie al lado que hacia bailar sus volados. Fueron no se cuantos minutos los que me quede observando esa escena que mi imaginación creaba. De repente pestañeé y los vi tomando vino y charlando muy melosos. Les dije si no querían ir a dar una vuelta antes de hacer cualquier cosa, y ni bien salieron me encerré en el departamento a llorar a moco suelto. Me sentía usada y maltratada, pero sobre todo me sentía una estúpida al haber desconfiado, después intentado hacerme la victima y finalmente haberme dado cuenta de que mi perfecto era perfecto pero no de la forma en que lo veía, sino en su forma perfecta de ser él, así como también yo tengo mi forma perfecta de ser yo, y cada uno tiene la suya propia. Pero en ese momento no lo entendí así. En ese momento lo único que hice fue llorar y sentirme mal.

Omar llamo durante un par de días, y yo por miedo a que intente hacer lo mismo de vuelta no quise atenderlo más, y al parecer se dio cuenta porque no volvió a llamar y al poco tiempo lo vi caminando de la mano con una amiga de la amiga de mi amiga Elena. Debían entenderse más que nosotros lo hacíamos cuando éramos pareja. Nunca voy a olvidar a Omar, eso seguro, y cada tanto marco en el teléfono su número telefónico con un toque de nostalgia, pero enseguida cuelgo, miro por la ventana, respiro hondo y salgo al trabajo como si nada hubiera pasado.

Es un dolor que llevo con cada relación pasada, con cada relación terminada, y no terminada por cuestiones de mi cabeza y de mis mañas. Pero es un dolor sano, un dolor que me enseña que hay algo más allá y que nadie puede ser idealizado de la forma en la que lo hago. Y me dedico a aprender de ellos, de mis Omares cada vez mas prefectos, y de las amigas de mi amiga Elena cada vez mas lindas y envidiables, que no necesariamente son amigas de ella, pero están en la misma postura de la amiga de mi amiga Elena, que por estar enceguecida por los celos del momento, es el día de hoy que ni se como se llama.

La mona Jacinta se ha puesto una cinta, se peina se peina y quiere ser reina, ay no te rías de sus monerías.

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