Griselda Luna y sus Aceitunas



Griselda es de esas chicas que se la pasan buscando seres perfectos para no estar rodeada de mediocres. De esas chicas que al pasar por al lado de un kiosco, mira de reojo por si la ha mirado alguien. Griselda Luna es tan exquisita, que si un hombre se acerca si o si tiene que encandilarla con su labia y su cultura, sino se espanta de solo ver que lo único positivo que tiene son sus ojos color aceituna. Y es que es así: ella solo debe fijarse en hombres con color de ojos verde aceituna, y no es de capricho, sino por mala suerte, ya que cada vez que estuvo con un hombre con otro color de ojos, nunca le resulto. Con el de ojos color café, llegaron a la segunda cita y cuando estaba por considerarlo un buen partido, cayó en la cuenta que le habían caído mal las lentejas. Con el de ojos color miel, no llegó ni a la segunda cita, ya que cuando estaba por subir al auto para dar una vuelta, le salto un rottweiler del asiento de atrás con ganas de masticarla viva. Con el de ojos color del tiempo, se sentía confundida, no podía entender su mirada, ya que cada día que pasaba tenia un color distinto de ojos y eso la hacia sentir invadida. Así fue pasando su vida en el plano amoroso, y llego un punto en el que decidió que tenia que ver con el color de ojos; fue en ese momento, que se dio cuenta que solote faltaba conocer a un hombre ojos color de aceituna. Buscó y busco incansablemente durante años, y cada vez que encontraba alguno con ojos de otro color, si no era rechazado, le hacia poner lentes de contacto. Pero había algo que Griselda no entendía: ¿Como era que todavía no encontraba a nadie con ese color de ojos?

Un día, mientras realizaba las compras, Griselda se encontró con una vieja amiga de la infancia, a quien curiosamente, nunca se había detenido a verle los ojos, y en esta ocasión, tampoco lo hizo. La charla comenzó a fluir en el supermercado, y había surgido la propuesta de seguirla esa misma noche en la cena, la cual iba a ser perfectamente preparada por Griselda, Griselda Luna, la experta.

Nuevamente, la charla después de unos vinos, minuciosamente elegidos por Griselda, volvió a reanudarse. Fue ahí, cuando en medio de risas, a Griselda se le ocurrió contarle su gran pesar a su vieja amiga. Cuando finalmente llegó al punto al que le interesaba llegar, hubo una pausa demasiado inquietante: su amiga de la infancia, aquella que tan amiga había sido en las buenas y en las malas, como por reflejo le respondió a su “no encuentro a nadie con ojos color verde aceituna”, que ella tenia los ojos de ese color… Griselda se sentía escandalizada, ¡imagínense el bochorno que resultaría de un rejunte así! Bochornoso, ese era el único calificativo que ella le encontraba a una relación no heterosexual, pero desgraciadamente, y pese a sus formas de pensar, había llegado a este punto. Sólo una persona se había cruzado en su vida que tenia los ojos color verde aceituna, y resultaba ser una mujer, que a su vez era una vieja amiga de la infancia. Griselda debía decidir: cortar con sus prejuicios y, o intentarlo con su amiga, o cortar con esa estupidez de tener que conocer a una persona con ojos de color verde aceituna para que resulte. Ni siquiera se puso a pensar si su amiga podía llegar a ser tampoco esa persona, lo único que la convencía de que pudiera llegar a serlo, era su indiscutible color de ojos: verde aceituna.
La pausa se volvía aun mas inquietante, cuando, al seguir la charla, su amiga le comentó que recientemente había terminado una relación de unos cinco años, punto en el cual, Griselda supuso que su amiga estaba queriendo rondar el tema para acercársele desde un punto sexual. Griselda había entrado en pánico. No podía dejar de mirar esos ojos verde aceituna. No podía, simplemente no podía dejar de pensar en que toda su vida había estado buscando ese color y ya lo había encontrado. Qué hacer, era el dilema en ese momento... De repente, como caída del cielo llego la solución a su “problema”. Iría al frente con todo esto, y saldría airosa. “Mirá, lo que esta pasando acá no es la situación mas cómoda de mi vida, debo decirte, pero como no me queda otra, vamos a tener que hacer que esto sea lo mas rápido posible hasta que nos encontremos con la respuesta correcta a todo este asunto”. Su amiga quedó como turco en la neblina, como perro en cancha de bochas, como Adán en el día de la madre: ¡no entendía nada! “perdón Gri, pero no entendí que es lo que me quisiste decir, tenia entendido que la charla se trataba de contarle a la otra su vida y escuchar el relato de la otra, ¿que es lo que querés decir con eso de que “lo que esta pasando acá no es la situación mas cómoda de mi vida”?”
Griselda ya estaba en una de esas situaciones donde es mejor entrar por la puerta de atrás para evitar que te vean con ese corte ridículo de pelo que trataste de esconder tras unas extensiones. Y no había escapatoria. Si su amiga era como ella, nunca iba a perdonarle que haya llegado a pensar cosa semejante de ella, pero si a su vez era como ella, iba a darse cuenta si llegaba a mentirle, así que si o si debía arriesgarse y decirle a su amiga que pensamiento ridículo se había cruzado por su cabezota minutos antes para llegar al punto de decirle eso.
“bueno, mirá, lo que pasa es que como sos la única persona con ojos color verde aceituna que me cruce en mi vida, supuse que vos querías tener una… una… ¡una relación amorosa conmigo! Pero hasta donde mi prejuicio me ha llevado, jamás podría llegar a estar con vos, como tampoco podría dejarte pasar” Nuevamente, su amiga quedó como perro en cancha de bochas, como turco en la neblina y como prostituta de alma en un convento. “¿Vos me estás queriendo decir que me trajiste hasta acá esta noche para hacerme esta propuesta? ¡Vos indudablemente no escuchaste ni media palabra de todo lo que te conté! Estoy hecha un escracho desde que rompí con mi novia, ¿y vos todavía querés que yo empiece una nueva relación hoy con vos?” y cerrando un portazo se fue. Griselda no sabía como tomarlo. Los del barrio de aquella época en la que eran tan amigas de pequeñas comenzarían con los murmullos y comentarios ya conocidos, como “ya se veía venir” “yo sabia que esa chica Luna tenia algo raro”y muchos más. Pero a Griselda eso no fue lo que la dejó con el sentimiento raro, no, no fue eso. Lo que la dejo pensando fue lo que su amiga había dicho: “Vos indudablemente no escuchaste ni media palabra de todo lo que te conté”, y era esa la clave. Griselda descubrió entonces que no era que necesitaba a una persona de ojos color verde aceituna para ser feliz, sino, para dejar de pensar exclusivamente en ella y en su perfección inmaculada. Necesitaba escuchar al resto para poder llegar a una relación, y no basarse en sus prejuicios.
Es el día de hoy que Griselda todavía no encuentra su media naranja, pero si de algo esta segura, es de haber encontrado sus aceitunas.

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