Miré de reojo en un principio.

Corrí, y en un instante me sorprendió de frente.

Había llegado. Lo iba a esperar.


Volver a verlo fue un dejabú de ese tierno ayer.

Tan simple como siempre había sido,
con ese brillo tan propio y esa postura tan fiel y correcta.

Miré detalladamente sus movimientos,
y rompí mi corazón sin necesidad de hacerlo.

Volví a correr,
y corrí lo más rápido que mi cuerpo y mente me permitían hacerlo.

Retomé mi camino, mirando por el rabillo del ojo si él seguía ahí,
y para mi gran sorpresa estaba...

Supe entonces que, por mas distancia y tiempo entre nosotros,
con solo mirar de reojo, iba a poder encontrarlo...
porque siempre iba a estar a mi lado.

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